Masía catalana: el estilo y la arquitectura rural catalana

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20 mayo, 2020 · 4 mins de lectura

Los expertos de la Real Academia Española definen masía como “una casa de labor, con finca agrícola y ganadera, típica del territorio que ocupaba el antiguo reino de Aragón”.

Esas viejas construcciones, cuyos orígenes muchos sitúan en torno a los siglos IX y X, se hicieron especialmente populares en la zona de Cataluña (pese a que la corona de Aragón abarcara buena parte del este del país e incluso hay ejemplos de estas masías también en Francia).

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Tanto es así que la fama de la masía catalana ha sobrevivido al paso del tiempo y aún hoy sigue siendo una construcción de referencia. Su inconfundible aire tradicional le confiere una personalidad única, lo mismo que sus orígenes vinculados a las explotaciones agrícolas y ganaderas de carácter familiar. Desde la Edad Media, los derechos de explotación se transmitían de padres a hijos, aunque con el paso del tiempo, muchas de estas construcciones se reinventaron hasta convertirse en masías modernas que son hoy objeto de deseo.

Qué es una masía: principales características

España es un país rico en matices y su arquitectura tradicional no lo es menos: los cortijos andaluces, las casas payesas, los caseríos vascos… Buena parte del territorio nacional cuenta con ejemplos propios de una arquitectura típica. Eso es precisamente lo que es una masía catalana: el máximo exponente de la arquitectura rural de la zona.

Como tal, este tipo de construcciones tienen sus propias particularidades. Entre ellas, una seña de identidad propia como es la orientación sur de su fachada principal para aprovechar al máximo las horas de sol. Pero hay más. Por lo general, las masías catalanas están distribuidas en dos o tres plantas y cuentan con tejados a dos aguas. No obstante, es posible encontrar ejemplos de una sola vertiente u otros sobresalientes para proteger los muros.

La orientación es, como decíamos, uno de las cuestiones más cuidadas en las masías, pero no solo en lo que respecta a la fachada, sino también en lo que a distribución de los espacios interiores se refiere.

La planta baja solía dedicarse a la cocina y dependencias vinculadas al uso de la construcción tales como establos o graneros mientras que, en la planta principal, era donde quedaban ubicadas la zona de día (salón, comedor, sala de estar…) así como los dormitorios.

En caso de existir una tercera planta, esta solía albergar almacenes o secaderos, aunque por lo general, este tipo de espacios podían construirse de manera anexa a la vivienda conformando patios.

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La piedra es, sin duda, otro de los elementos característicos de la masía catalana, no en vano, está presente tanto sin pulir, como picada en arcos o dinteles de las puertas y hasta las ventanas. Dado su uso como parte de una explotación agrícola o ganadera, la masía catalana suele ocupar una superficie de entre 20 y 300 hectáreas.

Historia y origen de la arquitectura rural catalana

La masía es la representación más popular de la arquitectura rural catalana. El propio término procede del catalán ‘mas’ y este a su vez, del vocablo latino ‘mansum’. Son las propias villas romanas las que inspiran la arquitectura de la masía que, a partir del siglo IX, comenzarán a ganar popularidad como propiedad del señor feudal. La peste negra del siglo XIV o las consecuencias de la revolución industrial en el siglo XIX, afectaron a la historia de estas construcciones.

En el primero de los casos, supuso el método de subsistencia de la población sin tener que rendir apenas cuentas frente al señor feudal, pasando a convertirse en viviendas familiares. No obstante, el éxodo del campo a las ciudades propiciado por la revolución industrial del XIX supuso el abandono de muchas de ellas que, años más tarde, volverían a despertar el interés.

La masía modernizada, la casa de campo ideal

Pajares, graneros, bodegas, cuadras… La masía catalana tradicional fue concebida como una vivienda autosuficiente que, incluso en zonas con tendencia al pillaje, podía contar hasta con torres de defensa. Aunque su importancia mermó con el progresivo abandono del campo en el siglo XIX, la reurbanización de las zonas rurales y la apuesta por la vida en entornos naturales ha revalorizado este tipo de construcciones tradicionales.

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Si bien es cierto que, en muchas ocasiones, estas masías modernas no conservan toda su extensión, sí que su arquitectura se mantiene intacta o con posibilidades de ser rehabilitada. Tanto es así que muchos de estos complejos se han convertido en objeto de deseo como edificios para eventos u hostelería y en no pocas ocasiones, su uso está relacionado con el alquiler para todo tipo de celebraciones.

Pero también hay multitud de ejemplos de masías modernas que han sido rehabilitadas por grandes fortunas o, sencillamente, se han convertido en sede de organizaciones sociales, deportivas o culturales, entre otras, manteniendo el encanto y belleza propios de la masía catalana tradicional, pero actualizando su estilo y uso.